Podría estar tranquilamente en su despacho planificando la próxima temporada, pero está claro que tiene un ADN de Quijote. Está listo para iniciar proezas, aunque el fracaso esté latente a su alrededor.
Tras la derrota del Espanyol ante el Betis me imagino la conversación de Rufete con Abelardo: “Pitu, ¿cómo lo ves?”. “Pues mal. Haremos lo que podamos”. Y ese derrotismo condenó a Abelardo. Y visto el marrón, Rufete podría haber echado mano de algún trabajador de la casa y darle la oportunidad de su vida… Pero prefirió coger el toro por los cuernos y afrontar esta lamentable temporada.
Rufete se ha equivocado en la planificación del equipo, eso está claro, pero la actitud que demuestra es digna de admiración. La derrota no suele tener padre, y ante la misma, el cuerpo te pide salir corriendo. A eso muchos le llaman pragmatismo. Pero cuando Rufete saltó el domingo pasado al césped del RCDE Stadium, con su camiseta perica y la gorra de trabajo, parecía estar diciendo: “No nos rendiremos jamás”. O lo que es lo mismo: “No bajaremos los brazos; seguiremos a muerte hasta el final”. Eso es orgullo.
Lo más importante que los pericos debemos pedir a la gente del club es qué no se rindan nunca. Qué no bajen la guardia. Qué estén orgullosos del club al que representan. Si hacen suyo el lema de Luis García: “Lo mejor de Barcelona es ser del Espanyol”, vamos por buen camino.
¿Y el éxito? Llegará. Pero no olvidemos que los proyectos exitosos se fraguan con la suma de muchos fracasos.
Rufete es el último Quijote. No es de cálculos humanos ni de esconderse ante los fracasos. Tiene ambición y cree en los sueños. La frontera entre el triunfo y la derrota es delgada, pero para tener éxito primero hay que creer en él; sacar la cara; arriesgar…
Si queremos un Espanyol grande necesitamos apoyar a nuestros Quijotes. No son perfectos, lo sé, pero tienen esa actitud de embarcarse en aventuras en las que muy pocos creen. Eso es el Espanyol. Y eso representa Rufete.
Álex Rosal
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