El llamado movimiento conservador estadounidense, esa variopinta alianza de liberales, conservadores, católicos y evangélicos, la considera una heroína, una especie de Juana de Arco en versión moderna. Una luchadora que no tiene miedo a nada, y menos a las feministas. Algunos la han calificado como su «bestia negra» y más de una ha reconocido que «la temen». Con fama de tozuda, Phyllis Schlafly, casada y con seis hijos, se ha convertido en la líder conservadora que con más eficacia y resolución ha logrado frenar proyectos de leyes de corte progresista.
Nacida en 1924 en el seno de una familia sin recursos, tenía, además, el hándicap de ser católica en el país más evangélico del planeta. Desde su casa de Alton, en Illinois, sacaba tiempo para criar a sus vástagos mientras dirigía «Despierta, América«, un programa de radio transmitido a todo el país gracias a los cientos de radios independientes que pueblan América, que además de radiar música Country, dan cabida a comunicadores sin complejos, que atraen a buena parte de la audiencia. Eso lo hacía por la mañana , pero por la tarde se ponía manos a la obra para publicar periódicamente «The Phyllis Schlafly Report«, un boletín de tono planfletario dirigido a 3.000 suscriptores, la mayoría mujeres de tendencia conservadora y simpatizantes del Partido Republicano.
Por si fuera poco, esta hiperactiva superwoman había coqueteado en su juventud con la política de partido, de la mano del candidato republicano a la Presidencia Lee Edwards Goldwater, en 1964, convirtiéndose en una de las referencias intelectuales de la campaña. De hecho su libro «A Choice, Not an Echo» (Una elección, no un eco), además de encaramarse a la dignidad de súper ventas, contenía las claves políticas del programa electoral de Goldwater. Bueno, pues con esta agitada vida, era normal que Schlafly siguiera en primera línea de batalla, pero siempre en el papel de David contra Goliat, buscando derribar al gigantón con endebles medios.
«Dejad de quitarnos nuestros privilegios»
En 1971 llegaría su gran proeza. El Congreso de los Estados Unidos aprobó, casi como mero trámite , una enmienda constitucional que establecía la igualdad de derechos entre hombres y mujeres. Hasta aquí nada extraño. ¿Quién demonios, en su sano juicio, se iba a oponer a que hombres y mujeres tuvieran los mismos derechos? Como era de esperar, la Enmienda para la Igualdad de Derechos (ERA) fue aprobada de forma abrumadora en el Congreso por una mayoría de 354 votos a favor y 23 en contra. En el Senado la diferencia fue de 84 contra 8. Como es preceptivo en los Estados Unidos, todas las enmiendas constitucionales deben ser, a su vez, ratificadas por la mayoría de los estados.
Parar la Ley desde la cocina de su casa
Schlafly consideró que la ERA, de ser aprobada, podría ser una herramienta perfecta para que los burócratas de Washington se entrometiesen en la vida privada de las personas. Vamos, una verdadera amenaza para preservar la libertad y legítima autonomía de los ciudadanos ante el Gobierno. Schlafly no se lo pensó dos veces y creó el movimiento «STOP the ERA”. El «STOP» es el acrónimo de Stop Taking Our Privileges (Dejad de quitarnos nuestros privilegios) ya que creía que el ERA, si finalmente se aprobaba, acabaría con muchos privilegios de los americanos, especialmente de las mujeres. Entre otros enumeraba los siguientes: amenazaba con suprimirse la exención tradicional que disfrutaban las mujeres del servicio militar obligatorio; también los beneficios legales a mujeres, madres y esposas. Asimismo, sería inconstitucional la educación en clases separadas; habría forzado la unión de grupos tradicionalmente masculinos o femeninos, como los Boy Scout u otros, y habría hecho del aborto un nuevo derecho constitucional, entre otros asuntos.
Creó un lobby para luchar contra la ERA
Schlafly dedicó un número monográfico en su revista a la ERA, y comenzó a formar a otras mujeres para que acudieran a programas de radio y televisión, y expusieran con sencillez argumentos en contra de esta enmienda. Conformó un pequeño lobby. Lo que parecía una aventura destinada al fracaso, una locura más de una pobrecita ama de casa, se convirtió en pocos meses en un movimiento reivindicativo que extendía su influencia a lo largo y ancho del país. Sin apenas dinero, ni estructura, el movimiento «STOP the ERA» fue afianzándose, logrando que otras organizaciones como el Consejo Nacional de Mujeres Católicas y asociaciones de iglesias evangélicas se unieran a esta cruzada. Resultado: la Enmienda para la Igualdad de Derechos no llegó a ser ratificada por ningún estado, y los que sí lo hicieron, dieron marcha atrás, volviendo sobre sus pasos.
Esta historia ocultada demuestra que el éxito de Phyllis Schlafly, como el de otras tantas valerosas mujeres, se basa en poner determinación y pasión a los proyectos, luchando contra la injusticia con verdadero afán por ganar la batalla, y huyendo de aquellos acomodados y cobarditas, miedosos de los poderosos, que siempre reclaman lo mismo: prudencia , prudencia…
Álex Rosal
Publicada en la revista Chesterton
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